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Ahora sí, vayamos con lo interesante. Hoy vamos a hablar de la Teoría Austriaca del Ciclo Económico, es decir la teoría sobre la causa de los ciclos económicos desarrollada por la Escuela Austriaca. Que probablemente algunos conozcáis pero que creo es vital para poder predecir los ciclos económicos y espero que os ayude en vuestro desarrollo como inversores.
He decidido dividirlo en 3 partes, la primera sobre los conceptos básicos de subjetividad y teoría del capital. Luego tendréis en una segunda parte los efectos de las expansiones crediticias. Y, en último lugar, veremos la teoría de la reserva fraccionaria y la teoría de la liquidez.
Como principio fundamental de la Escuela Austriaca se encuentra la teoría subjetiva del valor. El primero en hacer referencia a este término, fue el escolástico español, Diego de Covarrubias y Leyva. Este escolástico mencionó la teoría subjetiva del valor por primera vez en toda la historia del pensamiento económico, donde literalmente afirma.
“El valor de una cosa no depende de su naturaleza objetiva sino de la estimación subjetiva de los hombres. En las Indias el trigo se valora más que en España porque allí los hombres lo estiman más, y ello a pesar de que la naturaleza objetiva del trigo es la misma en ambos lugares.” (Covarrubias, 1604, p. 131)
La teoría subjetivista de Covarrubias continúa con Luis de Saravia de la Calle en su Instrucción de Mercaderes de 1544, quien refuta la teoría objetiva del valor de los clásicos, y así, la teoría de la explotación de Karl Marx 300 años antes, aclarando la verdadera relación que existe entre los costes y los precios en el mercado, explicando que son los primeros los que tienden a seguir a los segundos, y no al revés.
“Los que miden el justo precio de las cosas según el trabajo, costas y peligros del que trata o hace la mercadería yerran mucho; porque el justo precio nace de la abundancia o falta de mercaderías, de mercaderes y de dineros, y no de las costas, trabajos y peligros”. (Saravia de la Calle, 1544, p. 53)
Para continuar con la tradición subjetivista, en 1871 se produce el nacimiento de la Escuela Austriaca, con el libro Principio de Economía Política de Carl Menger. Con este libro, se inicia toda una corriente subjetivista que intenta construir toda una ciencia económica con el ser humano como ser creativo y protagonista de todos los procesos que ocurren en la sociedad. Para después, esta corriente intelectual, ser impulsada por Ludwig Von Mises con la Praxeología.
Probablemente, la aportación de mayor originalidad de Carl Menger se encuentre, en la teoría de los bienes económicos de distinto orden. En esta teoría Menger establece una clasificación de los bienes en 2 tipos, los de primer orden, y los de orden superior. Para Menger, los de primer orden son todos aquellos bienes de consumo, es decir, aquellos que cubren las necesidades humanas directamente, y por tanto, subjetivamente son el objetivo o fin último a alcanzar. Para satisfacer todas estas necesidades humanas o conseguir esos bienes económicos de primer orden, es necesario pasar por una serie de fases intermedias. Estas fases intermedias, son lo que Menger denominó, bienes económicos de orden superior, en tanto, en cuanto, mas alejado se encuentre este bien del consumo, más superior será su orden.
Para resumir la idea de Menger. Si quiero conseguir un fin (bien de consumo o de primer orden) debo atravesar una serie de etapas intermedias, y debido a que el bien de primer orden tiene una valoración subjetiva, el valor del resto de bienes de orden superior vendrán determinados por el valor del bien de primer orden.
Como hemos visto, en la teoría subjetiva del valor, cuando actuamos, pretendemos conseguir unos objetivos o fines que son importantes para nosotros, y para los cuales, necesitamos una serie de medios para alcanzarlos.
Estos fines y medios, no son conocidos, son el resultado de la empresarialidad. empresarialidad entendida, como el proceso a través del cuál se crean o descubren los fines y medios que son importantes para el empresario a lo largo de su vida.
Una vez, el empresario, definido en la escuela austriaca como aquel hombre que emprende un “plan de acción”, se hace una idea de aquellos fines y medios necesarios para llevarlo a cabo.
Ese plan de acción es la imagen mental que se hace el empresario de las diferentes fases, elementos y posibilidades que puedan estar relacionadas con su fin. Pero, este plan, siempre se desarrolla en el tiempo. Por ejemplo, si quiero ir a hacer la compra, y necesito coger el autobús, no solo voy a valorar el esfuerzo que ello implica, sino que también voy a valorar el tiempo que necesito para hacer la compra. Y, por tanto, cuanto más tiempo me lleve hacer ese plan de acción, es decir, cuantas más etapas intermedias tenga ese plan de acción, mayor valor tendrá para mi ese fin que pretendo alcanzar.
Esta ley, que he explicado en el párrafo anterior, es la ley de preferencia temporal. Que viene a decirnos, que a ceteris-paribus, el empresario optará por el plan de acción que le llevo menor cantidad de tiempo.
Bohm-Bawerk, a partir de esta ley teorizó sobre la importancia del ahorro y lo que él llamó bienes de capital.
Los bienes de capital son aquellas fases intermedias necesarias para conseguir el fin último del plan de acción. Por tanto, los bienes de capital son, como ya comentaba Carl Menger, los bienes económicos de orden superior, o como también se les puede llamar, factores de producción.
Para la producción de bienes de capital, es necesario un ahorro previo, es decir, tengo que negarme a alcanzar un fin inmediato hoy, para alcanzar un fin con mayor valor mañana. Para ilustrarlo, vamos a utilizar un ejemplo que utilizar Bohm-Bawerk en su libro Teoría Positiva del Capital.
“Para comenzar vamos a servirnos del ejemplo más sencillo que podamos concebir e imaginemos una economía absolutamente incomunicada y privada de capital, algo así como Robinson Crusoe en su isla solitaria y sin recursos de ninguna clase. Puesto que carece en absoluto de capital tiene que ganar su sustento de la forma más primitiva, por ejemplo recogiendo frutas salvajes. ¿Qué tendría entonces que hacer para poder entrar a poseer su primer capital, por ejemplo un arco y algunas flechas? Nuestro primer paso será tratar de verificar la primera de las teorías que sobre este particular circula.
¿Es suficiente el ahorro para que nazca el capital? Ciertamente no. Nuestro primer Robinson Crusoe puede ahorrar y escatimar sus frutas como quiera, lo más que puede hacer de esa manera es acumular un tesoro de bienes de consumo. Pero ciertamente, solo con este tesoro no podrá hacerse con un solo arco y flecha. Es absolutamente evidente que tendrá que producirlos. ¿Es entonces suficiente la producción para crear el capital y la segunda teoría correcta? No mucho más que la primera. Sin duda, una vez nos hemos situado en el punto de partida de la producción de bienes de capital estamos en el buen camino, pero antes de alcanzar este periodo es indudable que tenemos que hacer alguna otra cosa. Hay que liberar las fuerzas productivas que van a utilizarse para formar ese capital y la única forma de hacerlo es ahorrar. Veamos por qué esto es así.
Las fuerzas productivas originarias a disposición de Robinson Crusoe, dejando a un lado lo que la naturaleza gratuitamente proporciona, es su trabajo y supongamos que éste pueda evaluarse en diez horas de trabajo al día. Vamos a suponer también que las frutas salvajes, en el área en la que se desenvuelve nuestro Robinson Crusoe, crecen de tal forma que recoger las necesarias para su sustento diario le ocupa esas diez horas. En este caso la formación de capital es imposible. Es inútil aconsejar a Robinson Crusoe que debe iniciar la producción de un arco y unas flechas. La producción requiere tiempo y fuerzas y es claro que todo ese tiempo y fuerzas los necesita Robinson Crusoe para sobrevivir. Producir es un largo camino, a menos que se pueda hacer algo y ese algo con los datos aquí manejados no está a su alcance.
Pero supongamos que la cosecha de frutas aumenta de tal manera que con solo nueve horas de trabajo al día puede proporcionarse el mínimo necesario para sobrevivir y dedicando las diez horas disponibles su sustento mejora sobremanera y aumenta su salud y vigor físico. Es evidente que entonces Crusoe tiene ante sí la posibilidad de elegir entre dos líneas de conducta. Una de las alternativas es utilizar la oportunidad que se le ofrece ahora, de conseguir una alimentación completamente adecuada, y consumir la cosecha de frutas que cabe recolectar en su jornada completa de diez horas de trabajo al día. En este caso es claro que no tendrá ni tiempo ni fuerzas para fabricar el arco y las flechas.
La otra alternativa es limitarse a cubrir el mínimo de subsistencia que puede conseguirse dedicando nueve horas a la recolección de frutas. En este caso, pero sólo en este caso, tiene una hora más disponible para dedicarla a producir un equipo de caza que podrá utilizar en el futuro. En términos generales, antes de que pueda haber alguna clase de formación de capital, las fuerzas productivas necesarias para llevarla a cabo tienen que ser ahorradas, a costa del bienestar presente.”(Bohm-Bawerk, 1889, p. 199-200)
Así, explicaba Bohm Bawerk la necesidad de ahorro previo para la posterior producción de bienes de capital. Cuando Crusoe ahorra a costa del bienestar presente, es decir, cuando se niega al consumo presente, y sus cálculos económicos fueron correctos, transcurridas todas las etapas intermedias conseguirá su bien de capital.
Trasladando este ejemplo a la economía real, en la cuál se desarrollan miles y miles de interacciones diarias, se denomina capitalista a aquel que se dedica al ahorro. Pues bien, en la economía moderna, la estructura productiva es infinitamente más compleja que en la situación de Robinson Crusoe. Se compone de una gran cantidad de etapas, todas interrelacionadas entre sí que se desarrollan en cada uno de los planes de acción de todos los seres humanos.
Al final, al trasladar este ejemplo a la economía moderna, podemos sacar como conclusión, tal y como lo hace Jesús Huerta de Soto en su libro la Escuela Austriaca, que las naciones más ricas, lo son porque han realizado un mayor ahorro, y por tanto, poseen una mayor cantidad de bienes de capital.
“La diferencia esencial entre las sociedades ricas y las sociedades pobres no radica en que las primeras dediquen más esfuerzo al trabajo, ni siquiera en que dispongan de mayores conocimientos desde un punto de vista tecnológico, sino básicamente en que las naciones ricas poseen un mayor entramado de bienes de capital empresarialmente bien invertidos, en forma de máquinas, herramientas, ordenadores, programas informáticos, edificios, productos semielaborados, etc., que se ha hecho posible gracias al ahorro previo de sus ciudadanos.” (Huerta de Soto, 2000, p. 83)
Además, los bienes de capital no son eternos, sino que se deterioran, y cuando uno de estos bienes se deteriora es necesario reponerlo. Por lo tanto, si una nación quiere mantener su stock de capital, es decir, mantener su progreso, debe ahorrar en la cantidad necesaria para hacer frente a la amortización que exista en los bienes de capital, y si incluso se quiere alargar los procesos, aumentar la cantidad de etapas y volverse más productivo, se debe realizar un ahorro mayor al necesario para afrontar las depreciaciones y amortizaciones existentes.
Además, es importante entender, para la teoría austriaca del ciclo económico, que es muy difícil de reconvertir un bien de capital, y que cuanto más cerca se encuentren de la etapa final de consumo, más difícil es su reconversión. Y que, por lo tanto, si el empresario se da cuenta de que ha cometido un error, estos bienes de capital sean inútiles, o bien, sea necesaria una costosa reconversión.
Una vez, explicados que son los bienes de capital y su función en la economía, es importante desarrollar otro concepto, el capital. El capital es el valor monetario de los bienes de capital, es decir, es el precio de mercado de este tipo de bienes. Este valor, es una estimación que tiene su origen en las relaciones individuales que tienen los individuos en el mercado. Y esta estimación, es la que permite al empresario el calculo económico de su plan de acción, es decir, conocer el valor de mercado de los bienes de capital, es decir, conocer el capital necesario para emprender su plan de acción, permitirá al actor de ese plan saber si su plan debe llevarse a cabo o no.
Por último, trataremos un último concepto, el tipo de interés. El tipo de interés es el precio de los bienes presentes sobre los bienes futuros. El ser humano, cuando valora los bienes, tal y como hemos dicho anteriormente, a ceteris-paribus le da un mayor valor a los bienes presentes que a los bienes futuros. No obstante, esta valoración difiere mucho de unos seres humanos a otros, incluso para un mismo ser humano puede variar dependiendo de las circunstancias. Esta diferencia de valoración de los bienes de unos seres humanos a otros crea un mercado con una gran variedad de agentes económicos con una preferencia temporal distinta. De esta forma, aquellos que tengan una preferencia temporal baja, estarán dispuestos a renunciar a bienes presentes si pueden conseguir bienes futuros con un valor no mucho mayor, creando un mercado con los sujetos con preferencias temporales altas, los cuales prefieren con mayor intensidad los bienes presentes. Así, se terminará creando un precio de mercado de los bienes presentes con respecto a los bienes futuros, lo que en la Escuela Austriaca se denomina tipo de interés.
El tipo de interés, es por tanto, el precio de mercado al que los ahorradores están dispuestos a renunciar a los bienes presentes a cambio de conseguir un bien futuro con mayor valor. Los demandantes de ese mercado son los compradores de bienes presentes o inmediatos. Este mercado donde ahorradores y compradores realizan intercambios de bienes presentes por bienes futuros es como funciona la estructura productiva de la sociedad, donde ahorradores o capitalistas ofrecen bienes presentes a los propietarios de los factores de producción y de bienes de capital, a cambio de adquirir un bien futuro con mayor valor. Y, cuanto mas ahorro haya por parte de la sociedad, el tipo de interés será menor, lo que generará una mayor cantidad de bienes presentes en el mercado, de lo cuál se darán cuenta los empresarios y otorgarán una mayor duración y complejidad del proceso productivos, lo cuál lo convertirá en un proceso productivo más eficiente.